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Agradecimiento al Padre Gabriel Romanelli por los tres años que estuve superior provincial en Medio Oriente

“El mayor entre vosotros sea como el menor, y el que manda como quien sirve” (Lc.22,26)

 

Con ocasión de la finalización del período de gobierno del P. Gabriel Romanelli, compartimos el pasado martes, la celebración de la Santa Misa en acción de gracias, por tantos beneficios recibidos en éstos tres años. Durante la homilía el padre hizo referencia en primer lugar, a la “sana obsesión” que debemos tener por la salvación de las almas, en primer lugar, la propia y también la del prójimo, buscando en nuestras obras y apostolados suscitar muchas y santas vocaciones.

Se refirió al ejemplo de un sacerdote que, como preparación a sus ejercicios espirituales, comenzó a buscar datos e información sobre las causas de la defección de tantos sacerdotes, llegando a la conclusión de que se debe a: la soledad, la falta de oración y la falta de dirección espiritual.

En primer lugar, agregó el padre que no se trata sólo de la soledad física, sino que se puede caer en una soledad espiritual que el religioso, aunque viva en comunidad puede crear en su alma. Como así también no se trata sólo de rezar sino de rezar bien y por últimos no sólo hacer dirección espiritual sino hacerla bien, dando en cada ámbito recomendaciones y consejos para mejorar.

En segundo lugar, el padre destacó la importancia de enseñar en nuestro apostolado a rezar, primero dando ejemplo; y a hacer bien la dirección espiritual, ámbito en el que las religiosas ejercitan también, la maternidad espiritual.

En tercer lugar, destacó la importancia de aplicar estos principios en nuestras comunidades, de modo que ningún hermano sufra la soledad, y que sepamos acompañarnos y apoyarnos también en nuestra vida de oración. El padre terminó refiriéndose a un aspecto que supone todo lo dicho y que es tener buena formación.

Así mejorando en nuestra vida de oración, atendiendo más a la calidad que a la cantidad de devociones practicadas durante el día; mejorando la vida fraterna en común, tratando de que ningún miembro sufra la soledad; y practicando mejor la dirección espiritual, llevando a la misma sólo los temas pertinentes y   teniendo “buena cabeza” es decir, buena formación, nos ayudamos mutuamente a perseverar en la vocación.

Después de la Misa, en un clima de alegría y gran espíritu de familia, compartimos la cena, junto a los padres del monasterio de Séforis y al padre Fernando Flores.

Finalizando, se hizo la correspondiente entrega de regalos al padre Gabriel y se terminó con un video preparado por los monjes, de fotos de las misiones visitadas por el padre en este tiempo.

¡Gracias padre!

¡Rezamos por los abundantes frutos apostólicos de su nueva misión!

¡Viva el Verbo Encarnado!

¡Viva la misión!